El nuestro es, indudablemente, un país muy colorido en su naturaleza, en sus ambientes, en su gente y en su forma de ser.

El exuberante trópico que rodea al dominicano, a lo largo de las cuatro estaciones del año, contiene todos los tonos de verde, y esto sin que el criollo se percate de ello. Los extranjeros que llegan porque quieren y se van si pueden, parodiando la frase aplicable a los que llegan a Nagua, se admiran del eterno colorido, quizás la esencia de la proverbial hospitalidad dominicana, madre del éxito en la industria del turismo.

Tenemos, para sumar a las características que adornan la nacionalidad, colores propios y que cualquier dominicano identifica sin titubear: el “amarillo pollito”, color que rememora la luz del sol que ilumina a tantísimos días del año criollo, color de características muy particulares y con tono parecido al animalito engendro de gallina; el “azul bolita” o “azul Bidó”, peculiar tono añil que debe su nombre a las esferas que antaño se utilizaban para la exaltar la blancura en el lavado, y que el maestro de la pintura criolla, Cándido Bidó, utilizó con particular maestría; el “verde botella”, similar al color de la botella de la cerveza que identifica a los dominicanos, la Presidente.

El “blanco nevera”, cuyas características lo identifican con la pureza, con la limpieza, sin contaminación de color alguno aunque ya existen colores muy diversos para el refrigerador y congelador doméstico; en época del pasado se utilizaba el “negro Teléfono” cuando el útil artefacto de la comunicación, eran de ese único color; el “gris policía”, similar al uniforme que utilizan los agentes del cuerpo de la Policía Nacional, que contrasta con el “gris burro mojao”, que algunos definen como “mono mojao”, más oscuro y menos difundido hoy, ante la escasez nacional de jumentos, y que los primates no pertenecen a la fauna nacional El “rojo sangre” y el “rojo chino” dan vida a las creaciones nuestras con un escarlata universal.

El “mierdeniño” es un ocre variable, pero identificable, similar a los excrementos de infantes. El trigueño es una aplicación muy dominicana para definir la mezcla que resulta del crisol de razas mezcladas, que tenemos los criollos con el afán de distanciarse del “negro”. La bandera tricolor nos hace conocer el azul marino en dos cuadrantes alternados, significando que “Dios protege la nación dominicana”, y el rojo “la sangre derramada por los patriotas que la han defendido”, divididos por el blanco de la cruz, simbolizando la cristiandad bajo la que fue creada. Hoy nos confunden los avisos meteorológicos, con un “alerta” tipo semáforo: amarillo, verde y rojo, de confuso significado, contrastando con los mensajes del artefacto control de tránsito.

El ponerse verde de envidia, el que del mismo color es la esperanza, el ponerse rojo de un pique, blanco de “un suto” o “morao” de frío, no confunde a dominicano alguno.

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