Se ha conocido que el delincuente que mató brutalmente a la empleada de joyería Anneris Peña, asistía al negocio para vender joyas, que evidentemente eran robadas. En el marco de la actual ola de robo de retrovisores, una amiga me contó cómo terminó comprando sus mismos espejos robados. Todo lo cual saca a relucir la cuestión del gran negocio de artículos robados en el país. Desde prendas, accesorios de vehículos, celulares, tabletas, son apetecidos por los delincuentes para venderlos a ciertos establecimientos. Es vox populi, nada nuevo, cosas del país. De vez en cuando las autoridades presentan “operativos” de desmantelamiento. Pero es un negocio ilegal campante que florece promovido básicamente por la informalidad, otro de nuestros grandes vicios como nación.

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