Michael Jordan no compite

Primero y antes que todo, la poltrona para el mejor de todos los tiempos continuará, por un buen rato, con el mismo dueño: Michael Jordan.

Primero y antes que todo, la poltrona para el mejor de todos los tiempos continuará, por un buen rato, con el mismo dueño: Michael Jordan.

Algunos de sus números serán superados, de eso no hay duda. Puede que conserve varios récords o registros, pero su grandeza seguirá intocable. Y ese es el detalle: llegar a ser tan grande como el más famoso en usar el número 23 en los registros del baloncesto.

Si alguien ha visto un mayor competidor que el hijo de Deloris y el finado James Jordan, que me avise. Lo espero en el lugar que elija.

Pero, por igual, aguardo por un mortal, sin importar sexo o color, para que hablemos de la estela dejada por el exjugador de la Universidad de Carolina del Norte, desde donde comenzó a demostrar que estaba hecho para los momentos de la verdad.

La ofensiva siempre le pasa por encima a la defensa. Muchos olvidan que Jordan fue Jugador Defensa del Año, logro que obtuvo en la campaña de 1988 (también fue MVP ese año). Para usted tener 10 elecciones al Primer Equipo de la NBA y nueve al Primer Equipo Defensivo, hay que ser lo que era Michael, un ser de otro planeta, porque eso habla de pertenecer a la elite en las dos puntas claves del juego.

No es “paja de coco” ser el que más encesta, como era su caso, y también ser uno de los que mejor defiende. Por si acaso, estamos hablando del mejor baloncesto del mundo, el de la NBA.

Por último, nada en el deporte como ganar. Ahí se paran las aguas. Todo el que busca excusas por no celebrar un anillo, las esconde cuando le toca el turno de festejar lo que más valía tiene en este mundo.

Por eso las dos caras de una moneda: el éxtasis de la corona y los rostros surcados de lágrimas al terminar en segundo.

Jordan se fue de 6-6 en finales y en cada una fue el Más Valioso, una marca que será difícil de igualar. Por favor, ahórrenme la fruslería de los equipos y demás. La vida es resultados. Su Majestad, como le decían, era el terror de la liga. No es que los otros eran malos, es que chocaron con el mejor.

Hagan sus escalafones y pongan al de su elección en el lugar que entiendan. Pero dejen a Jordan fuera. Es sencillo: no compite.

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