La falta de esta actitud es causa de incontables situaciones violentas que acontecen a diario en la sociedad

Es probable que seas de los que digan que valores como la tolerancia se han perdido, pero también puede que seas de los que no la ponen en practica. ¿Cuántas veces has reaccionado violentamente en vez de responder con serenidad ante alguna situación con la que no estás de acuerdo?, y es que, aunque aceptamos que vivimos en un mundo de diversas culturas, donde la gente tiene opiniones diferentes, no todos están dispuesto a respertar el punto de vista de los demás.

La tolerancia es un valor esencial para la convivencia de las personas, y quienes la ejercen respetan las opiniones y prácticas de los que les rodean, aunque sean diferentes a las suyas. Sin este valor se pueden generar grandes conflictos, desacuerdos, actos de violencia y falta de respeto.

Para el sociólogo Juan Miguel Pérez, la tolerancia es el ingrediente fundamental de la paz social, porque ella garantiza que el otro exista, que a pesar de la diversidad, una sociedad sea tal, es decir, un conglomerado de personas bajo un fin y medios comunes, que suelen ser más que las características propias que nos separen. Pero para que esa diversidad funcione, dice, tiene que haber respeto entre las partes que no sean similares.

“La tolerancia no se aprende solo en la escuela, sino también en las calles, en el espacio doméstico, en el trabajo, en fin en todo escenario en el que deba existir cohabitación y convivencia de diferencias”, expresa Pérez.

Además, sostiene que los liderazgos, tanto en el plano político, cultural, económico y social, están llamados a tener discursos en fomento y promoción de la tolerancia como la esencia del saber vivir en democracia, donde nadie sea excluido de participar en plena dignidad de sus derechos y goce de la vida.

Karem González, psicóloga clínica, terapeuta cognitivo conductual, especialista en psicología de la salud del Centro Vida y Familia, expresa que la tolerancia es la capacidad de los organismos de resistir y aceptar los cambios del medio, que en psicología esto se refiere, más bien, a la capacidad de ser flexibles ante las situaciones novedosas o diferentes, también llamado resiliencia. Una persona intolerante, por lo general, es alguien pesimista, ensimismado, impulsivo, con baja capacidad de resolución de conflictos, inflexibles, bajo control de impulsos y, por lo general, tienden a ser taciturnos al cambio e indecisos, señala la especialista.

“La mejor forma de darnos cuenta si estamos siendo poco tolerantes es con los compañeros de trabajo. Son ellos con quienes pasamos más tiempo y es posible detectar si existen detonantes que te hagan perder el control, o por el contrario los atenuantes que logren calmarte”, indica González.

Asimismo, añade que “si en tu casa, trabajo, grupo religioso o cualquier otro espacio donde interactúas con más personas, no tienes capacidad de aceptar diferentes puntos de vista, ideas o comportamientos, posiblemente seas una persona poco tolerante”, señala.

Entre los principios de la tolerancia Gónzalez señala el respeto, la confianza, la consideración, la disposición, la empatía, la adaptación, la flexibilidad y el entendimiento. Ninguna postura es mejor a la otra, son puntos de vista distintos porque cada quien se encuentra en una posición distinta.

“Vivimos en tiempos caóticos. Carecemos de empatía, y estamos inmersos en una especie de egocentrismo colectivo, donde solo importan mis necesidades y mis circunstancias. Nos sentimos vulnerables y solo “haciéndonos respetar” nos sentimos importantes a través de la ofensa o maltrato al otro”, puntualiza.

Con la llegada de tantos cambios a nuestra realidad, entre ellos sociales, como la migración, ha cambiado la capacidad de aceptación, porque muchas personas se sienten vulnerables. Según González, esta nueva realidad se traduce conductualmente en mayor reclusión y aislamiento social, marcar cada vez más distancia entre las personas, dificultad a la hora de relacionarse y confiar en el prójimo. Estas realidades sociales también han impactado hasta el discurso popular, es común escuchar personas decir “ya no se puede confiar en nadie”; “ya cualquiera te engaña”, lo que nos hace siempre estar a la defensiva y apáticos. La formación en los centros educativos y en la familia es la vía para adquirir una educación en valores. La familia es la primera escuela de la vida, donde es esencial que los padres transmitan a sus hijos los valores esenciales para que sean personas íntegras, coherentes y capaces de convivir con los demás.

La tolerancia según Unesco

En 1995, los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) adoptaron una Declaración de Principios sobre la tolerancia. La Declaración afirma, entre otras cosas, que la tolerancia no es indulgencia o indiferencia, es el respeto y el saber apreciar la riqueza y variedad de las culturas del mundo y las distintas formas de expresión de los seres humanos.

La tolerancia reconoce los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los otros.

La injusticia, la violencia, la discriminación y la marginalización son formas comunes de intolerancia. La educación es un elemento clave para luchar contra estas formas de exclusión y ayudar a los jóvenes a desarrollar una actitud independiente y un comportamiento ético. La diversidad de religiones, culturas, lenguas y etnias no debe ser motivo de conflicto, sino una riqueza valorada por todos.

Importante
Sin los valores, las relaciones humanas se debilitan, al no albergar criterios comunes para la vida en sociedad. La tolerancia es aceptar opiniones y creencias diferentes a las nuestras, con lo que se logra relacionarse con los demás.

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