Un día como hoy hace 18 años, estaba entre la muerte y la vida.
No por padecimientos físicos sino del alma.
A sólo cuatro meses del fallecimiento de mi primera hija, a los tres años de edad, acusaba terribles sentimientos encontrados, entre la pena por la pérdida y las naturales expectativas ante la próxima llegada de mi segunda hija.
Destrozada por el dolor, el ser mamá otra vez no me llamaba a reales entusiasmos. Caminos de Dios, tan pronto tuve esa nueva bebé en mis brazos la existencia se tornó luminosa y motivadora de nuevo.
Mi única hija llega hoy a su mayoría de edad. ¡Felicidades a ella y a mí!