Pudiéramos decir: vamos a felicitar a Abel Martínez, alcalde municipal y a Silvio Durán, director ejecutivo de Coraasan, por alcanzar un acuerdo que libera a Santiago de una vergonzante e irracional pelea entre los jefes de dos agencias fundamentales para la vida decorosa de esa ciudad, la más importante, después del Gran Santo Domingo.

Podríamos lamentar que haya sido por la mediación directa del Presidente de la República Danilo Medina que estos dos caciques tuvieran que pactar para poner fin a sus riñas y desacuerdos, pese a las graves responsabilidades que llevan sobre sus hombros: mantener el ornato, (la higiene y la limpieza), el orden en el tránsito, algo de seguridad y proyección de una urbe destino, uno; y el otro, garantizar el suministro eficiente de agua con calidad para el consumo humano. Que vivieran de conflicto en conflicto era una estulticia y una estupidez mayor.

Al fin, por la mediación del Presidente, a través de un santiaguero, el consultor jurídico del Poder Ejecutivo, Flavio Darío Espinal, se salvaron los obstáculos para dejar en el pasado ¡más de un año de “diferencias institucionales”! sobre competencias o la prestación de servicios públicos.

De acuerdo con la información servida por la Dirección de Comunicación (Dicom), “el presidente de la República, en una reunión conjunta con las dos cabezas de las instituciones, pidió que (el Consultor Jurídico) sirviera de mediador… Ambas partes han llegado a un acuerdo. Han superado los puntos de diferencia. Lo que dio origen al conflicto se va a convertir en una prometedora base para la cooperación, pensando en Santiago”, dijo el Consultor.

Ellos, los enfrentados, llevaron el conflicto hasta vías de hecho, a la suspensión de pagos y cierre de locales, a obstrucción de actividades, a los tribunales. Todo eso, en desmedro del municipio de Santiago.

Este tipo de conflicto no debe repetirse jamás. Hay por ahí un atisbo, distante, pero parecido, que no tiene razón de ser, y de mucho más fácil manejo.

El Presidente de la República tendría que llamar a capítulo, para que las partes, aún en diferencias, busquen los consensos para que cada institución juegue su rol, sin esos shows de mal gusto que tanto dañan la imagen de los gobernantes.

Era tiempo de poner fin a un absurdo.

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