En la última década se ha producido un interesante fenómeno en la lucha política de América Latina, en la cual los cristianos evangélicos estamos jugando un papel de suma importancia. Los nuevos sectores del evangelio hemos entendido necesario que cada vez más militantes de la causa cristiana asuman roles protagónicos en el ejercicio de la lucha por el poder político. Y esto rompe con un criterio tradicional que tenía como norma que quienes militaban o pastoreaban iglesias cristianas debían estar al margen de la política.

Si bien es cierto que una iglesia no es un partido, aquel criterio llevaba consigo una actitud contradictoria, pues mientras lo cristianos estábamos marginados de los estamentos de poder, más antivalores ganaban nuestras sociedades. La situación llegó a tales niveles que prácticamente en toda América Latina empezó a implementarse una agenda anti-cristiana, la cual busca legalizar el aborto y muchas otras medidas llenas de anti-valores.

En el caso de la Iglesia Católica, ésta siempre ha sido un poder político y ha enfrentado con firmeza esas pretensiones anti-bíblicas. Pero los cristianos evangélicos hemos empezado a tomar conciencia de esta situación en los últimos años. Y hemos decidido dar la batalla para que hombres y mujeres militantes de la causa cristiana, entendiendo claramente que podemos evangelizar en todos los estamentos de la sociedad, asumamos roles protágonicos en el ejercicio de la política y luchemos por alcanzar cuotas de poder que impidan que esa agenda de antivalores siga imponiéndose en nuestras sociedades.

Ante el fracaso de las opciones políticas tradicionales, los cristianos evangélicos han emergido como una opción social y electoral diferente. Hoy día son muchos los militantes y movimientos politicos dirigidos por evangélicos que están ganando espacios de poder en América. El caso más importante es el de actual presidente de Guatemala, Jimmy Morales, un pastor, predicador y artista evangélico que logró ganar las elecciones en ese país y convertirse en el primer presidente de un país centroamericano que no tiene temor de exhibir y practicar su militancia cristiana.

Y eso ya es normal en toda América. En esta misma semana el pastor y cantante cristiano Fabricio Alvarado obtuvo el 40% en la segunda vuelta de la votación en Costa Rica y estuvo a punto de ser elegido presidente de esa nación, después de haber ganado la primera vuelta.

En el caso de Perú, en el congreso hay 5 diputados cristianos militantes y el pastor Humberto Lay es aspirante a la Alcaldía de Lima y está en segundo lugar según todas las encuestas.
En el caso de Brasil, en la ciudad de Río de Janeiro, una de las ciudades más pro aborto y de posiciones anticristianas, su Alcalde lo es el pastor evangélico Marcelo Crivella. Y en la actualidad, en el congreso brasileño hay más de 90 parlamentarios cristianos evangélicos, los cuales han frenado muchos proyectos de ley llenos de anti-valores.

En el caso de Chile, en las elecciones del año pasado el presidente elegido, Sebastián Piñera, tuvo como asesores a cuatro pastores evangélicos, gracias a los cuales pudo ganarse el voto de la población más creyente. Igual está sucediendo en México, con el virtual próximo presidente de esa nación, Manuel López Obrador, quien se ha aliado a sectores cristianos evangélicos para garantizar su victoria en las elecciones del próximo mes de julio.

En el caso de la República Dominicana, todavía no hemos llegado a los niveles de esos países, pero se perfilan opciones de futuro que podrían ser parte de esa ola de crecimiento de la influencia de los cristianos en la política. Son propuestas que deben entender este proceso, para poder convertirse en opciones importantes de poder para el pueblo cristiano. Deben entender bien el momento, no desesperarse, saber que todo tiene su tiempo y que todo proceso camina poco a poco, subiendo cada peldaño de la escalera y sumando voluntades diversas, sin sectarismo ni vanguardismo.

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