Pela o castigo, ¿cómo corregir a los niños?

“Ese muchacho lo que esta falta es de una buena pela”, “A mí me criaron con pelas y castigos y nunca tuve que ir a psicólogos”, ambas expresiones las hemos oído en más de una ocasión por generaciones de abuelos, más que de padres,

La violencia no cambia la conducta del pequeño. A largo plazo, deteriora el vínculo entre el infante y el adulto, generando resentimiento

“Ese muchacho lo que esta falta es de una buena pela”, “A mí me criaron con pelas y castigos y nunca tuve que ir a psicólogos”, ambas expresiones las hemos oído en más de una ocasión por generaciones de abuelos, más que de padres, que hoy ven a sus hijos criar a los suyos en medio de una vorágine de informaciones y herramientas que, en ocasiones, les dificultan su rol, y absortos observan cómo se debilita la autoridad de padres a hijos, cuando en sus tiempos una mirada era suficiente para hacer cumplir las normas claramente establecidas dentro del hogar, normas que nadie cuestionaba.

Ante escenarios tan diferentes surge la interrogante, ¿qué es mejor, castigo o pela?
Aunque coinciden en que ni castigo ni pela son saludables para la educación, algunos psicólogos difieren sobre la educación de antes. Mientras que unos aplauden el hecho de que antes la autoridad de los padres se hacía respetar y los principios no se negociaban, otros la califican como una crianza totalmente autoritaria donde no se daba participación a los hijos, se les cohibía, lo que trajo como consecuencia una crianza permisiva que arroja personalidades frágiles, tendentes a la depresión, cuando no al suicidio, incapaces de afrontar situaciones difíciles.
Coinciden que en lugar de castigos o pelas lo que se debe es enseñar cómo vivir las consecuencias de sus actos, porque el castigo cuestiona y las consecuencias conllevan a una reflexión.

“Ni castigo ni pelas. El castigo envía un mensaje de venganza y las pelas generan violencia. Soy partidaria de las consecuencias, si quebrantas las normas asumirás las consecuencias, pero para ello las reglas deben estar claramente establecidas. Esas consecuencias deben estar vinculadas a la falta cometida, a la norma incumplida y el efecto ha de ser de inmediato, no días después “, dice Jessica Valdez, psicóloga.

A su entender, la autoridad de los padres se hacía respetar porque los principios no se negociaban y los padres estaban seguros de las pautas que trazaban y las normas que establecían en sus hogares. “Hoy los padres sienten miedo y eso los debilita ante sus hijos. Se sienten inseguros en sus roles de padres y todo lo negocian. Ahí está la diferencia”, abunda Jessica Valdez.

“Bastaba una orden para acatarla, ningún hijo cuestionaba a un papá, eso nunca se dada. Y es que los valores no se negocian. Hoy se negocia todo con los hijos, los padres justifican todo de sus hijos porque no se sienten seguros, tienen miedo, no saben cómo criar. Y no les ayuda la cantidad de información que manejan sus hijos desde muy temprana edad, información que no siempre es bien procesada, antes eso no existía”, subraya.
Jessica aboga por un diálogo claro, que invite a la reflexión, “solo así se crece y se educa”, una buena pela solo se justificaría cuando la situación es grave, por ejemplo, un niño que atraviesa la calle exponiéndose al peligro de que lo arrolle un vehículo, si el padre le da una pela el niño queda impactado porque su papá nunca lo había agredido, entonces de seguro no se le ocurrirá volver a cruzar la calle”.

Jessica Valdez.

Para Rosa Mariana Brea Franco, psicóloga, el castigo físico no es considerado una manera adecuada de disciplinar un niño.
Y ante la interrogante del porqué antes no se acudía al psicólogo con la normalidad que ahora se hace, apunta que con anterioridad no existía en los padres esa conciencia en la crianza de los hijos, “se trataba de una crianza totalmente autoritaria, donde no se escuchaban las voces de los niños ni de los jóvenes; la respuesta era ‘no, porque yo digo’. Como consecuencia se obtuvieron muchachos muy inseguros, muy ansiosos, inclusive han desarrollado personalidades depresivas. Ha habido casos de abuso físico extremo ante cualquier cosa que cometiera el hijo, le imponían castigos severos y eso no constituye una crianza saludable”, reitera Brea Franco.

Por otro lado, del autoritarismo “tiempo después pasamos a la crianza permisiva, complacer a los jóvenes en todo, esto vino como una repercusión de padres que se criaron en el seno de familias autoritarias, entonces se dio el otro extremo, niños y jóvenes que no aceptan las frustraciones, personalidades frágiles y ante cualquier situación externa que se presente en sus vidas hacen crisis, se derrumban, incluso llegan al suicidio porque no tienen mecanismos internos para manejar sus crisis personales”, explica Rosa Mariana.

En consecuencia, se vuelven muy egocéntricos, muy narcisistas, “entienden que el mundo debe aceptar lo que ellos dicen, porque ellos son los que saben, porque así les criaron y les hicieron sentir que son personas que no luchan, no se esfuerzan para conseguir las cosas”.

Dice que hoy se trabaja en una crianza formativa, que implica más el hacer conciencia a los niños y adolescentes de sus acciones y las consecuencias que acarrean.

Apunta a que debe haber un orden en la vida de los hijos, saber que hay cosas que no se van a tolerar y que si se saltan las normas se les va a quitar recompensas, más que poner castigos físicos.

“Si un niño no cumple con lo asignado, obedecer, portarse bien en la casa, no maltratar a sus hermanos o cumplir con sus reglas de higiene, entonces se le hace consciente de que si no cumple habrá falta de recompensa. Las normas y responsabilidades deben ser adecuadas para cada niño, porque a un niño de cinco años no se le dará la carga de responsabilidad que se le traza a un niño de diez o de doce años”, subraya Brea Franco.

En ese mismo orden de ideas se expresa Vanessa Espaillat, psicóloga, “más que castigo y pela hay que enseñar cómo vivir las consecuencias de sus actos. Delinear límites claros desde que los hijos están pequeños y de acuerdo con la violación serán las consecuencias que se vivan. Los padres, de manera arbitraria, imponen un castigo y eso no es sano, ensenarles a vivir las consecuencias de sus actos les enseñará a vivir en sociedad”, puntualiza Vanessa.

Laura Pérez.

Para Laura Pérez, coordinadora de la carrera de Educación Especial de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, el castigo o las pelas no educan y generan violencia, “el castigo los hace cuestionar, las consecuencias tienen una explicación y lleva al muchacho a reflexionar y a mirar hacia adentro”.

A su entender, las consecuencias deben tener relación directa y significativa con la falta cometida, dependerá de la falta en que haya incurrido el niño.

La educadora insiste en que tanto castigos como pelas no educan en ningún escenario, solo generan más agresión y no resolverán el problema ni enmendarán la falta cometida, “el castigo nunca enseña”.

Sugiere prevenir a los hijos sobre las consecuencias de sus actos, explicarles antes de que incurran en la falta para que no aleguen desconocimiento de las consecuencias que acarrearán sus actos.
Al preguntársele por qué antes los hijos no iban a los psicólogos, Laura asegura que “en teoría antes no había tanta información, se desconocían los diagnósticos o no llegaban en el momento oportuno. Un hijo ‘problema’ se mantenía escondido en su casa; ahora todo está expuesto, hay más información que nos ayuda a arrojar mejores diagnósticos y, en consecuencia, mayor apoyo. El niño que antes molestaba ahora tiene un diagnóstico y recibe una atención acorde a su necesidad. Antes, todo estaba cerrado a la idea de comportamiento que tenían los padres, ahora a ese mal comportamiento ya le tienen un nombre y responde a una terapia”. La información que se maneja hoy ayuda a brindar el apoyo que se requiere en cada caso, “antes se cohibía a los hijos, hoy existe una terapia para cada caso, más humanista y funcional. Los muchachos se sienten más adaptados y mejor comprendidos”, con estos argumentos Laura Pérez defiende su teoría.

Mecanismo

Como mecanismo para educar a los hijos, Rosa Mariana Brea Franco recomienda crear actividades por semana dirigidas por el psicólogo, mediante las cuales se les asignan tareas que deben cumplir, ya sea en la casa o la escuela y, en coordinación con sus padres, el mismo niño va llevando su puntuación, con estrellita, puntitos… Se formulan tres categorías de premios. Por ejemplo, ir a tomar helados, ir al parque, al cine y al final de la semana, conforme el comportamiento, se otorga uno u otro premio.”

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