Juan Pablo Duarte es el fundador de la nacionalidad y en sus ideas y su acción se sustenta todo el sentir dominicano y todo el orgullo nacional.

Duarte luchó de manera firme y decidida en contra del yugo haitiano que doblegó nuestra patria durante 22 largos años. Él tuvo la visión y decisión de crear una estructura política y militar, La Trinitaria, para enfrentar y vencer la ocupación haitiana. Y Juan Pablo Duarte escribió muy claro que “entre los dominicanos y los haitianos no es posible una fusión”.

República Dominicana y Haití somos dos naciones distintas. Somos dos pueblos diferentes, con tradiciones diferentes, con costumbres diferentes, con historias diferentes, con idiomas diferentes, con situaciones políticas, sociales y culturales diferentes.

Pero no somos pueblos enemigos.

Duarte nunca odió al pueblo haitiano. Él luchó contra los gobernantes haitianos, contra los sectores haitianos y dominicanos que sojuzgaban nuestras dos naciones, explotaban nuestras gentes y abusaban de nuestros dos pueblos.

Duarte siempre luchó por una nación libre, soberana e independiente. Pero no por una nación que abusara contra otra o contra sus habitantes.

Hoy día en nuestra nación tenemos una muy difícil situación por la creciente e ilegal migración haitiana y sus consecuencias en todos los órdenes. Pero hay que estar muy claros de que una migración pacífica no es una invasión violenta para ocupar o dañar nuestra nación.

Por eso, si somos duartianos debemos buscarle soluciones humanas y justas a esa migración, sin albergar odio, ni racismo ni discriminación en contra de los haitianos, que hoy son exiliados económicos en nuestra patria que buscan desesperadamente una mejor vida que no les puede garantizar su país.

Si seguimos a Duarte, debemos asumir el criterio de que todo migrante en nuestra nación, sea haitiano, venezolano, colombiano, cubano, chino o de cualquier nacionalidad, debe regularizar su situación legal, debe respetar nuestra leyes, debe pagar impuestos, pero en base a un proceso legal justo, humano, respetuoso de los derechos humanos y que no se contamine con sentimientos ni odios racistas ni discriminatorios.

Hay que tener presente que Duarte enfrentó a los gobernantes haitianos que nos invadieron, pero admiraba al pueblo haitiano, por ser la primera nación de Latinoamérica en lograr su independencia, en 1804, y la la segunda nación de todo el continente americano en lograr su independencia, después de Estados Unidos, que la alcanzó en 1776.

Duarte fue muy claro frente a la historia del pueblo haitiano cuando escribió lo siguiente: “Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que, recogiendo las páginas de su historia, lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores y veo cómo los vence y como sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes, el amor a la libertad y el valor…”.

Si somos duartianos, debemos también tener el espíritu cristiano que él mostró frente a los haitianos. Nunca debe haber ni habrá una fusión entre República Dominicana y Haití. Pero tampoco debe haber ni odio, ni racismo, ni xenofobia ni discriminación contra los haitianos. Debemos ser justo, tal y como dijo Duarte que debemos actuar siempre.

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