Se suele asociar los partidos de derecha al procapitalismo y al libre mercado. Pero esto es cada vez menos así. Tanto políticos de izquierda como de derecha están haciendo lo mismo.

En España, por ejemplo, Mariano Rajoy defiende el Estado de Bienestar y la secretaria de su política social propuso que los contribuyentes pagaran más impuestos para garantizarle a los inmigrantes techo, atención sanitaria y escolarización.

Aznar aumentó el gasto social y no quiso privatizar las pensiones. Bush y Sarkozy aumentaron el gasto público y propiciaron el proteccionismo contra el mercado libre.

Y en la República Dominicana la oposición no habla de reducir el gasto, ni de cerrar instituciones públicas inservibles, ni de eliminar puestos de trabajo improductivos (se entiende que serán ocupados por “su gente”), ni de reducir impuestos ni cargas a profesionales y empresarios.

A todos por igual les conviene lo mismo. Y nos dicen las mismas mentiras: generaremos empleos y prosperidad con más inversiones públicas. Como si fuera mejor gastar el dinero de los ciudadanos, que dejarlos disponer libremente de sus bienes.

Esto es particularmente deprimente. Porque las opciones políticas no son realmente adversarias. Solo se están disputando el llegar al poder. Si se cambia de partido en el gobierno, veremos caras nuevas haciendo exactamente lo mismo que las anteriores.

Y es que los unos y los otros descubrieron que es la coerción y la intervención de los mercados lo que los hace poderosos. Y asegura su permanencia en el cargo (que a todos embriaga).

Con razón hablaba Hayek de los socialistas en todos los partidos. Y con razón tanta gente comienza a darse cuenta de que las autoridades políticas no son imprescindibles para organizar la vida de un país. Y es que sus intereses simplemente no coinciden con el bien de la comunidad.

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