El historiador tiene su toque personal al analizar los sucesos, que lo inclina, incluso inconscientemente, a favorecer sus ideas, visión y hasta caprichos. Una frase indebida, un acontecimiento deformado, una fuente interesada… Son muchos los elementos que pueden tergiversar la verdad y corresponde al que la hará pública, primero conocerla (lo que no es sencillo) y luego exponerla con discernimiento, evitando falsear, omitir o colocar de más.

Es una labor muy seria, que en ocasiones determina el futuro de un pueblo y hasta del mundo. La humanidad no sería la misma si no hubiesen nacido Heródoto, Tito Livio, Marco Polo, Arnold Toynbee, Eric Hosbawn… Y tal vez los dominicanos tendríamos una identidad limitada sin las obras de Américo Lugo, Manuel Arturo Peña Batlle, Emilio Rodríguez Demorizi, Bernardo Vega, Frank Moya Pons, Mu-Kien Adriana Sang…

Entonces, imaginen los fallos que puede tener alguien que sin entender la difícil profesión de historiador, pretenda serlo. Oscar Wilde decía que “cualquiera puede hacer historia, pero solo un gran hombre puede escribirla”. Por ello, dentro de mis limitaciones, al tocar un tema histórico no me arriesgo, opino lo menos posible, aunque sea tentador hacerlo, que en muchos abogados habita, en secreto, un historiador reprimido.

En esta ocasión, simplemente, al final, me haré una pregunta. Pero antes, como colofón, me referiré a la historia contrafactual (conocida igualmente como alterna o virtual), donde podemos, con ciertos criterios lógicos, intentar contestar interrogantes del tipo: “¿Qué habría ocurrido si en vez de aquello hubiese pasado tal cosa?”.

Por ejemplo: “¿Qué habría ocurrido si los conquistadores de América hubiesen sido los chinos? ¿Qué habría ocurrido si Juan Pablo Duarte no hubiese conocido Europa, desde donde regresó inspirado por los aires de libertad? ¿Qué habría ocurrido si Joaquín Balaguer se hubiese dedicado a la academia y no a la política? ¿Qué habría ocurrido si Antonio Guzmán no hubiese perdido la vida en la fecha y de la forma en que resultó?

Naturalmente, toda respuesta cae en el campo de la especulación, donde con más razón nos aventuraríamos a analizar las consecuencias, estando quizá nuestras conclusiones concentradas más en lo que hubiésemos querido, como una aspiración o sueño, como una fantasía o invención, que podría distar bastante de lo que el destino y las actuaciones humanas determinarían.

Un 25 de septiembre, hace 54 años, los dominicanos sufrimos un lamentable suceso: el golpe de Estado a Juan Bosch. Y he aquí mi cuestionamiento contrafactual: “¿Cómo sería nuestra realidad si no le hubiesen dado el golpe de Estado a Juan Bosch en el año 1963? ¿Hubiésemos avanzado o no como nación? ¿Qué considera usted?

La respuesta podría ser evidente.

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