Cuando José Claxton era pequeño, él mismo tenía que hacer sus propios juguetes. En ese entonces era común ver un niño fabricar su propia patineta, agarrar un corozo o una semilla de javilla para, con mucho esfuerzo, guayarla en una pared y confeccionar un anillo. Esa era una tarea que había que tener una fuerza de voluntad inmensa para realizarla, explica Claxton. Recuerda que comenzó a interesarse por la artesanía cuando vio los dibujos que realizaba su hermano en las clases que tomaba en el Centro Nacional de Artesanía (CENADARTE), las cuales convertía en “hermosas piezas”. “Un día le cogí escondido algunas piedrecitas de ámbar y las pulí en la pared para darles forma, tallarlas, al igual que hacíamos con los corozos con los cuales hacíamos anillos cuando era niño”, recuerda Claxton, quien, luego ingresó al taller que acudía su hermano en el año 76, y más adelante, en 1985 ingresó a CENADARTE, donde ya tiene 32 años como maestro.

¿De qué forma empiezas a trabajar con la jícara de coco?
Al llegar la prohibición de la concha de carey empezamos a trabajar con otro material, buscando una alternativa para no detener la producción artesanal, ahí fue que empezamos a hacer prueba con la jícara de coco, al igual que el jilguero, ya que permitía ser tallado, pulido y brillado al igual que el cuerno de res, la concha de carey, el ámbar, entre otros. Estos materiales los combinamos con las carteras, en las ropas playeras y otros objetos decorativos. Las carteras que más decoramos son las de tela de yute. Ahora tenemos la modalidad de lo que hemos llamado las 3 C, que es cuero, coco y cuerno.

¿Dentro de sus trabajos, cuáles artesanías destaca?
Personalmente domino el trabajo en cuerno de res, ámbar, corales, caracoles, semillas, entre otros objetos, pero en CENADARTE solo estoy encargado del taller de jícara de coco, además de que soy el decano de los maestros. Fuera de la escuela trabajo todos estos utensilios, con los cuales fabricamos desde un botón hasta una cuchara decorativa, cofres, mariposas para la pared, souvenirs turísticos, llaveros, entre otros.

¿Cómo ve el mercado de la artesanía en República Dominicana?
La competencia es grande, tanto a nivel interno de artesanos dominicanos, como extranjeros, tenemos ventaja de que con la notificación de la visita de extranjeros el mercado de ventas de artesanía es muy activo. En los años 70 y 80 había gift shop en algunos hoteles de renombre, en la calle El Conde, dos o tres hoteles, pero ya en cualquier plaza comercial y farmacia se venden artesanías. Es decir, que así como antes el consumo era casi exclusivo para los visitantes, ahora el dominicano consume mucho la artesanía. A veces en las ferias que se hacen les vendemos más a nacionales que extranjeros.

¿A dónde ha llevado su arte?
En el país he viajado hasta a la Isla Saona, donde he impartido clases, he sido facilitador en casi todo el país, principalmente en Miches, El Seibo, Boca Chica, Jarabacoa, y a nivel internacional, en los años 80 empecé a representar el país en Expocomer en Panamá. Luego fui contratado por el Gobierno de Costa Rica para impartir un curso de seis meses en la provincia de Limón. Tuve la dicha de que a los tres meses me extendieron el contrato y me subieron el trabajo cuando vieron lo que estábamos haciendo. He trabajado con Sissy Bermúdez, con diseñadores de renombre. Ahora mismo dirijo parte de los Concursos de Artesanías que realiza la Presidencia de la República. También tuvimos una activa participación en el Festival de Teatro. Que sepan los artesanos que hay que vivir innovando.

¿Cuál ha sido la mayor satisfacción en su carrera?
Por los años 2000 viajé a impartir un curso a Saint Kitts y Nevis, una isla que está entre San Martín y Puerto Rico, una bendición de Dios porque ese es el país donde nació mi padre, y en el Primer Encuentro Latinoamericano del ministro de Cultura que se realizó allí, la ministra de Cultura de Saint Kitts y Nevis se interesó mucho para que esos cursos se llevaran hasta allá, porque también son caribeñas, y gracias a Dios me tocó a mí impartir ese curso y toparme con mis raíces.

¿Se interesa la juventud por este oficio?
Hace unos 10 años este oficio fue decayendo y ahora mismo los grandes beneficiados de la artesanía son personas adultas, y a veces profesionales de otras áreas. Podemos encontrar médicos, ingenieros, profesores, pintores que se benefician del trabajo artesanal, no el artesano neto. No solo los he visto en el Centro Nacional de Artesanía, sino también en la Escuela Nacional de Artes y Oficios. La juventud se está inclinando más por los cursos tecnológicos, de informática que de los artesanales. Creo que los buenos maestros de la artesanía irán desapareciendo.

¿Qué artesanías representan más la identidad de RD?
El país, desde siempre, se ha identificado mucho con los trabajos de cana, barro, que son más tradicionales, pero a nivel comercial predomina el ámbar y el larimar. Ahora mismo aquí se encuentran trabajos que vienen de Colombia, El Salvador, lo que ha provocado que desaparezcan los talleres de artesanos de Bonao, Tenares, Moca, entre otros, por la cantidad de artesanías que en ese renglón llegan de fuera sin control. Esos países venden mucho más barato, entonces el dominicano no puede competir.

¿Cuál ha sido el trabajo más gratificante?
El trabajo que más me gratifica es el que hago con los estudiantes, cuando los veo en ferias, en plazas vendiendo sus trabajos. Me siento bien cuando felicitan a un alumno, porque es como si me estuvieran felicitando a mí. Eso es lo que más me satisface, enseñar, por eso si fuera un comerciante neto yo estuviera en otras condiciones, pero me he dedicado a enseñar. Me llena de satisfacción cuando las personas valoran mi trabajo, cuando me felicitan por lo que hago.

Querella
Las personas mejor están comprando y revendiendo artesanías, por eso es que tengo el temor de que desaparezcan los verdaderos maestros artesanos del país”.

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