Cambia solo por ti

T odas las relaciones entre los humanos se inician cuando ambos son extraños, no conocen más que el nombre de uno y otro. Si se conocen en el lugar de residencia, al menos sabrán donde vive cada uno, con quien viven y de acuerdo a la edad, sabrán&#823

T odas las relaciones entre los humanos se inician cuando ambos son extraños, no conocen más que el nombre de uno y otro. Si se conocen en el lugar de residencia, al menos sabrán donde vive cada uno, con quien viven y de acuerdo a la edad, sabrán si van al colegio, a la universidad o si trabajan.

Si se conocen en la universidad, quizás estudiaran la misma carrera y si no es así, unos pocos minutos de conversación bastarán para saber, qué profesión han elegido y el cuatrimestre que están cursando. Si esas personas se conocen en el trabajo, lo primero que sabrá el uno del otro es la posición que ocupa cada uno y las funciones que deben desempeñar con respecto a esas posiciones y sus horarios. De estos entornos surgen las relaciones interpersonales, se desarrollan las amistades, los afectos, las malquerencias, los amores, en fin.

El intercambio entre las personas en cualquier escenario generará sentimientos buenos y malos. Conforme pasan los días, las personas que deciden acercarse, por la razón que sea, empiezan a conocerse. Luego de algunas semanas irán descubriendo aspectos de la personalidad del uno y del otro.

Unas cosas, le resultarán muy agradables y otras no tanto. Al paso de los días el vínculo se irá fortaleciendo o alguna actitud los habrá hecho alejarse y limitar su interacción a un “hola y un adiós”. Si los aspectos negativos de la personalidad de uno o de otro no han sido tan significativo u otros atractivos los han hecho pasar por alto, la relación se fortalecerá, y si los involucrados son del sexo opuesto, quizás, para cuando vengan a darse cuenta…estarán enamorados.

Viviendo esa etapa del encanto, nada que haga, diga o deje de hacer, será malo a los ojos del otro. Nada es lo suficientemente malo como para hacer que uno se aleje del otro. Ninguno debe cambiar nada en su personalidad.

Sin embargo, transcurrido unos años, comienzan a aflorar los defectos, que en realidad siempre estuvieron presentes, pero que la ceguera del amor opacaba por completo.

Pasado un tiempo, ambas partes se exigen cambiar y si no lo hacen las cosas irán cada día peor. Es cierto que quien te ama, te dirá lo que no estás haciendo bien y es lo mejor escucharlo, reconocer que no estamos actuando bien, que debemos tratar de ser mejores seres humanos, aun con aquellas personas que no lo merecen.

Eso contribuye a nuestro crecimiento espiritual, pero ese cambio que nos piden, no será posible si no lo hacemos por nosotros y no porque lo pida alguien más. l

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