Damas contra la Constitución de 1963

Los temores a la Constituyente que prepararía la Carta Magna de 1963 no era más que una demostración de los miedos que infundía Juan Bosch.

Los temores a la Constituyente que prepararía la Carta Magna de 1963 no era más que una demostración de los miedos que infundía Juan Bosch. Los planteamientos que se iban conociendo es probable que nadie los leyera y mucho menos que los interpretara correctamente. Simplemente, era la “Constitución de Bosch” y Bosch era comunista.

Los ataques venían de todos lados, principalmente de los partidos opositores que habían perdido las elecciones, que expresaban su desacuerdo de una manera clara, precisa y hasta obsesiva, lo que iremos reseñando en las próximas semanas y otras manifestaciones antiboschistas no tan conocidas de nuestro pueblo, así como también de aquellos partidos que nunca apoyaron las demostraciones contra el ganador de las elecciones de diciembre de 1962.

En primer lugar, llama la atención que grupos de damas se expresaran a través de la prensa, lo cual no era común en el año 1963. Acabábamos de salir de una dictadura y la mujer tenía un rol principalmente concentrado en atender a su familia, y ser ama de casa prácticamente todo el tiempo. Es así como encontramos que el 18 de febrero, en Santo Domingo, un grupo de damas dirige una carta pública a los miembros de la Constituyente, y lo propio hizo el 26 de febrero la Asociación Patriótica Femenina de San Pedro de Macorís. Las dos misivas se referían a su interpretación del Artículo 19 de la nueva Constitución, que señalaba que “de una manera absoluta, el sistema escolar está sujeto a la organización y supervigilancia del Estado.” El primer comunicado lo reproducimos más adelante, y el segundo, de consideraciones similares, incluído aquí en copia facsimilar, estaba firmado por María M. de Martínez, presidenta; María F. de Roca, vice-presidenta; María L. de Hazim, secretaria; María Brugal de Chalas, tesorera; Carmen H. de Llodrá, secretaria de Relaciones Internacionales; Blanca G. de Windt, secretaria de Asistencia Social; y 290 firmas más. Estas comunicaciones no indicaban el partido de las firmantes, pero parece que pertenecían a UCN porque sus apellidos las relacionaban con políticos de ese partido.

La carta pública del 18 de febrero la reproducimos a continuación:

Santo Domingo, 18 de febrero de 1963
Señores Delegados de la Asamblea
Constituyente
CIUDAD
Ciudadanos Delegados:

Violenta conmoción en el pueblo dominicano y honda preocupación en el ánimo de padres y tutores de los niños, adolescentes y jóvenes que integran la masa estudiantil dominicana ha producido el Artículo 19 del proyecto de Constitución sometido a la consideración de esa Asamblea, que dice: “De una manera absoluta, el sistema escolar está sujeto a la organización y supervigilancia del Estado”.

“En los establecimientos particulares solamente los padres, tutores o encargados de la educación del niño tienen derecho a decidir si a éste se le instruirá o no, en los principios de la religión”.

Ante todo vamos a referirnos a la palabra ABSOLUTO. Ante un pueblo que apenas tiene un año de haberse sacudido del absolutismo más criminal y degradante, pronunciar la palabra ABSOLUTO es casi un insulto.

Ese pueblo torturado, masacrado, despojado, prostituido y reducido a la ignorancia y a la miseria por el absolutismo, solo encontró aliento y valor en su fe en el Dios Todopoderoso. Por eso, ese pueblo del que formamos parte palpitante, solo acepta el vocablo ABSOLUTO, cuando se refiere a su Dios.

En cuanto al segundo párrafo del citado Artículo 19, volvamos los ojos a nuestra historia. Ningún pueblo tiene su vida tan íntimamente ligada a su fe religiosa como el pueblo dominicano.

Aquí se celebra la primera misa que es la primera misa celebrada en el Continente Americano. En los púlpitos de nuestros templos se defienden por primera vez en América los derechos de los hombres. Los valientes hijos de Santo Domingo de Guzmán son indiscutiblemente los fundadores del Derecho Internacional y de la Primera Universidad americana. Todos sabemos que esa Universidad le valió a nuestra ciudad capital el honroso título de “Atenas del Nuevo Mundo”.

Los monjes y frailes de nuestros conventos fueron nuestros primeros maestros y sus enseñanzas formaron una legión de hombres ilustres.

Los hombres de Febrero quiebran el rojo y el azul de nuestra enseña con una cruz blanca –la cruz de Cristo—que es el símbolo de redención para todos los hombres; y ponen sobre nuestro escudo el santo libro de los Evangelios, que es la expresión de la Verdad suprema; y por encima de todo, la cinta azul con el lema más hermoso que haya podido tener nación alguna: “Dios, Patria y Libertad”.

Nuestra existencia, como nación libre, arranca de nuestra fe y de nuestro amor a la libertad.

No puede legislarse sobre lo que ya es una ley natural y nervio medular de un pueblo.
La libertad de enseñanza, como la libertad de trabajo; la libertad de pensamiento, como la libertad de prensa, son características de toda nación verdaderamente libre y civilizada.

Estamos seguros de que ustedes sabrán hacer honor al mandato que la ciudadanía les confió defendiendo con entereza y decisión los derechos de un pueblo que luchó por su libertad, que ama su libertad y que quiere se respete su libertad.

En consecuencia confiamos que ustedes, Señores Delegados, haciéndose intérpretes de nuestro sentir, que es el de la mayoría del pueblo dominicano, suprimieran el Artículo 19 del Proyecto de Constitución del PRD, objeto de nuestro comentario y consagrarán, como precepto constitucional, el derecho de Libertad de Enseñanza, que no puede ser suprimido –como derecho humano inviolable—de nuestra Carta Fundamental.

En la firme esperanza de ser atendidas en nuestras justas aspiraciones para labrar su porvenir mejor para nuestra Patria y América, les saludan atentamente,
Matilde B. de Rizik, Dolores R. viuda Lugo, Trinidad S. de Coiscou, Margarita B. de Fiallo, Cristina M. viuda Billini, Angélica P. de Álvarez, Lucrecia Z. viuda Alburquerque, y 1,191 firmas más.

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