El infierno está en Siria

Abrí la puerta y aquellas dos pequeñas criaturas corrieron sonrientes como siempre hacia mí. Rodearon mi cuello con sus pequeños brazos y en mi interior agradecí, con todas mis fuerzas, que hayan nacido en un país en donde se vive en paz y en…

Abrí la puerta y aquellas dos pequeñas criaturas corrieron sonrientes como siempre hacia mí. Rodearon mi cuello con sus pequeños brazos y en mi interior agradecí, con todas mis fuerzas, que hayan nacido en un país en donde se vive en paz y en donde no confluyan intereses geopolíticos y estratégicos de la importancia de aquellos que han convertido a Siria en el escenario de una pequeña pero cruenta guerra mundial.

Había visto antes de salir de la oficina el video que se hizo viral de aquel niño sirio, Omran Daqneesh quien, rescatado de los escombros de un bombardeo sufrido en el maltrecho edificio en el que vivía con su familia, sentado ya en el interior de una ambulancia, con una mirada perdida pero sin que de sus ojos brote una sola lágrima, trata de enjugar con su diminuta mano la sangre que le brota desde una gran herida en la parte superior de su ojo izquierdo, imagen que permite percibir el cotidiano ambiente de terror en el que le ha tocado nacer y vivir.

Sin lugar a dudas, Omran y millones de niños como él viven en ese gran infierno llamado Siria. Afortunadamente él y toda su familia pudo ser rescatado con vida, sin embargo, muchos otros no tienen esa “suerte” y terminan convertidos en víctimas mortales del interminable conflicto que se vive allí.

En julio de este año, en un acto de barbarie, los llamados rebeldes moderados, parte de la oposición que ha recibido apoyo de los Estados Unidos en su lucha contra el régimen de Bashar Al Asad cercenó la cabeza de un niño de 12 años mientras celebraban y vociferaban estridentes consignas.

Llama la atención que estos acontecimientos suceden aun cuando desde febrero de este año existe un “alto al fuego” en Siria, acordado por los ministros de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, Rusia y otra decena de naciones reunidos en Múnich en el marco del Grupo Internacional de Apoyo a Siria.

Este jueves, el enviado especial de la ONU para el conflicto sirio, Staffan de Mistura, ha suspendido su misión humanitaria debido a los continuos combates, de manera que no se vislumbra solución cercana a esta lamentable situación.

Escenario de guerra mundial

Al cumplirse en marzo pasado cinco años del conflicto en Siria, la ACNUR ha dicho que unos 4.8 millones de refugiados de esa nación viven en países vecinos, lo que representa un 45% de su población, y que en el país existen también unos 6.6 millones de desplazados internos.

Acerca de las víctimas mortales de este conflicto, a febrero de este año, según el periódico ‘The Guardian’, citando al Centro Sirio para la Investigación Política, unas 470,000 personas han muerto durante el conflicto. De éstas, 400,000 perecieron a causa de la violencia y los enfrentamientos, mientras que 70,000 murieron debido a la falta de comida o agua.

Con pesar debo constatar que lo que escribí en un artículo publicado en diciembre del 2012 bajo el título ‘La profecía de los mayas en las calles de Siria’ en donde señalaba que “en el posible escenario de que el régimen logre quedarse con el poder, el medio millón de refugiados que actualmente ha salido de Siria se incrementará exponencialmente, creando una situación de crisis, hambruna y desequilibrio en esa zona como jamás se haya vivido antes. Otros no tendrán “la suerte” siquiera, de poder salir (…)” penosamente se ha cumplido.

Este enorme saldo de víctimas y refugiados es sin duda el resultado de una guerra mundial en desarrollo y perspectiva que se vive en Siria actualmente. El choque de intereses geopolítico de Rusia y de los Estados Unidos en la región ha contribuido enormemente al actual estado de cosas.

Ambos países libran allí a diario una especie de ‘proxy war’ en la que apertrechan con medios logísticos letales y de supervivencia a grupos de ambos bandos, propiciando una ‘guerra por delegación’ y, por otro lado, las llamadas ‘guerras limitadas’, a las que el secretario de estado John Kerry se refirió como “ataque increíblemente pequeño” al catalogar la intervención que tendrían los Estados Unidos en Siria. Obviamente, el desarrollo de acontecimientos ha provocado que la guerra se haya extendido en el tiempo sin encontrar hasta el momento límites precisos.

Ambas modalidades, en territorios de terceros estados, no solo violan el derecho internacional, sino que enfrentan deliberadamente y de forma demasiado peligrosa intereses rusos, iraníes, libaneses y hasta chinos frente a intereses estadounidenses, israelíes, jordanos, cataríes y otros, y han provocado la avalancha de refugiados que amenaza la seguridad y la estabilidad de toda la región, incluyendo Europa.

Paralelamente, las potencias occidentales se encargaron de construir la imagen de Bashar Al Asad como el ‘enemigo absoluto’ explicado por Carl Schmit en su ‘Teoría del Partisano’, el cual, contrario a la lucha contra el ‘enemigo político’, debe ser enfrentado fuera del campo de la política, y conducido al exterminio total. Decisión que ha restado efectividad a cualquier esfuerzo en el campo de la diplomacia.

Algo que llama la atención es que las partes implicadas no han podido –o querido- separar en el terreno de batalla a los terroristas y a la oposición moderada, lo que dificulta identificar si se está atacando a un terrorista o a un civil opositor, lo que ha desembocado en bombardeos indiscriminados incluso a hospitales y escuelas. En lo que va de año unos veinte hospitales han sido destruidos con decenas de víctimas mortales.

Para colmo de males Naciones Unidas no ha podido evacuar una resolución hasta el momento que permita ver una posible salida al conflicto civil en Siria, lo que en definitiva evidencia de manera flagrante la incapacidad de liderazgo de la ONU para ‘(…) preservar a la humanidad del flagelo de la guerra (…)’, tal como indica el preámbulo de su Carta. Los intereses geopolíticos y económicos han prevalecido.

En un país en donde solo existen tres horas diarias de pausas humanitarias, irrespetadas en muchas ocasiones por ambos bandos; donde pervive un conflicto en el que confluyen intereses directos de decenas de países y en donde otras decenas más podrían estar sujetos a efectos devastadores de acuerdo al desarrollo negativo de acontecimientos; un país en donde mueren niños a diario sin que el mundo se inmute, no puede ser más que una especie de infierno en la tierra, en donde además, de manera innegable se desarrolla actualmente una pequeña guerra mundial. A eso las potencias han reducido Siria.

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