Terrorismo en la era de la deshumanización

Moralmente el mundo no ha avanzado nada en los últimos miles de años (…). Esta afirmación del cientista social, principal defensor de la teoría de Sistema-Mundo, Immanuel Wallerstein, podría parecer exagerada si no fuésemos testigos a diario&#8230

Moralmente el mundo no ha avanzado nada en los últimos miles de años (…). Esta afirmación del cientista social, principal defensor de la teoría de Sistema-Mundo, Immanuel Wallerstein, podría parecer exagerada si no fuésemos testigos a diario de su demoledora veracidad y vigencia.

En ese retraso histórico de ‘miles de años’ a los que hace referencia Wallerstein, encuentra eco la inminente deshumanización de los seres humanos promovida a ultranza y de forma gradual por los detentores del poder, no solo político, sino también económico, religioso o de cualquier índole, para los que las personas poco a poco se han convertido en números, porcentajes, índices, sujetos o cualquier otra cosa parecida.

Esa deshumanización convierte a los seres humanos en simples votos o electores para los políticos; en clientes o consumidores para los empresarios y, en esta guerra entre quién puede hacer más daño e infligir más terror, en simples números, victimas todos de un sistema mundial que a inicios del siglo XXI muestra indicios de peligrosa irracionalidad.

A propósito de los fatales acontecimientos vividos en Francia este jueves, lo peor de los atentados terroristas indiscriminados no es solo el hecho de que mueren personas, deshumanizadas de por sí en la concepción dogmática del atacante que ve de manera indiscriminada a todos, incluso a los niños, como simples enemigos u objetivos, sino que, esas personas por separado, muy seguramente jamás han tenido nada que ver con la escalada de odio que se genera y que crece como bola de nieve entre los grupos extremistas y el gobierno galo.

La humanidad ha tenido que mirar con vergüenza las consecuencias de este tipo de actitudes. Los campos de concentración de la Alemania nazi son un buen ejemplo, en donde la deshumanización del contrario se convirtió en un precepto, tanto así que se creía hacer bien cuando en los enormes hornos eran introducidos indiscriminadamente seres humanos con el interés de ir limpiando étnicamente un espacio geográfico.

Wallerstein mantiene la premisa de pensamiento que presume la desaparición del moderno sistema mundial, como sistema histórico, el cual, según su razonamiento, ha entrado en una fase de crisis terminal. Ojalá que el sistema resultante –o los sistemas – resulten ser mejores que lo que tenemos hoy, en donde se apueste más al centralismo y a la importancia del ser humano y se estime en su justa medida el valor de la vida, de la integridad física, y de la moral, como vórtice elemental en la construcción de una sociedad menos violenta y más incluyente.

Incluyente hasta en la forma en la que se ven entre sí los seres humanos. Al final, asesinar inocentes no es un ataque a una cultura o religión, sino que es un ataque frontal a toda la humanidad y a la civilización en su conjunto, sin importar que los muertos estén esparcidos en una calle de Niza en Francia o en el aeropuerto de Estambul, en Dacca, en Alepo o en Bagdad.

Francia bajo terror

Abordé el metro en el aeropuerto Charles de Gaulle y recorrí maravillado todo el trayecto de unos 30 minutos hasta donde debía estar mi hotel en París. Por un error de cálculo bajé en una parada posterior a la que debía bajar y, luego de ver el mapa de la estación que al parecer la calle en la que se encontraba el hotel no estaba lejos si cruzaba perpendicularmente unas cuadras, decidí caminar.

Poco más adelante encontré de frente a una pareja de esposos que, quizás por mi expresión facial, se dieron cuenta, no solo de que no era francés, sino de que además, estaba extraviado. En una conversación rápida, el esposo, un señor de unos sesenta y cinco años, decidió girar y acompañarme por espacio de unos 15 minutos personalmente hasta el hotel, mientras la adorable señora aguardaba pacientemente por él.

Relato esto solo para decir que si me despierta admiración Francia por su historia, por sus grandes aportes al arte, por su contribución a la civilización moderna en lo que tiene que ver con la vigencia y promoción de la democracia y el respeto a los derechos humanos, igual fascinación me producen sus ciudadanos, educados, respetuosos y evidentemente muy solidarios.

No obstante, pienso que Francia, como muchos países europeos, ha cometido pifias de importancia histórica que han alterado para siempre su sistema social y han puesto en peligro la seguridad y el sosiego que merecen disfrutar.

Cuando escucho al ex Primer Ministro del Reino Unido, Tony Blair, decir que el mundo es más seguro ahora que antes, tratando de justificar su accionar en el marco de la famosa guerra contra el terrorismo, iniciada y llevada a cabo por una coalición de países entre los que figuran, además de su país, Estados Unidos, Francia y otros, no puedo dejar de asombrarme.

Si existe un país occidental que jamás había estado más inseguro y bajo más terror que ahora por amenaza de un actor externo ese es Francia. En un espacio de año y medio, desde enero de 2015, ha sufrido cuatro atentados terroristas que han hecho añicos la tranquilidad y la seguridad que tanto atesoran los franceses.

¿Por qué Francia?

Podrían confluir muchos elementos que darían fundamentos y razones para sentirse más inseguros a los franceses que a otros países de Europa frente a posibles actos terroristas, sin embargo, voy a referirme solo a dos aspectos que me parecen importantes.

Recuerdo haber leído a Muammar Gadafi decir que el terror llegaría a Europa si se trastocaba el equilibrio que mantenía Libia al norte de África. Los primeros misiles que cayeron en Libia llevaban la bandera francesa, aun cuando se decía que su petróleo y oro habían financiado la campaña del entonces presidente francés Nicolas Sarkozy.

Las actuaciones de Francia en Libia y el Magreb, entre los años 2011 y 2013 que llevó a la decapitación del régimen gadafista, pero que incluyó la entrega de armas a “rebeldes” y mercenarios, ha hecho que hoy Europa sea una región insegura en donde la migración desde el norte de África y el surgimiento de los denominados “lobos solitarios” amenaza seriamente su seguridad. Esto, aunque no quiera verse de esta forma ha terminado confirmando lo dicho por Gadafi.

Por su parte, Bashar Al Assad, en Siria ha dicho que “(…) las políticas equivocadas adoptadas por los países occidentales, especialmente Francia, en la región, han contribuido a la expansión del terrorismo”.

Los intereses franceses en el petróleo y recursos naturales de Medio Oriente son conocidos lo que obviamente le genera rivalidad con los extremistas que, como el autodenominado grupo terrorista Estado Islámico, tienen en esos recursos una garantía de supervivencia.

De modo que todo lo mencionado anteriormente en adición a las cuestionadas posibilidades de una gestión cien por ciento segura sobre la inmigración procedente de África y de medio oriente en la que se filtra el odio y principios yijadistas, hacen que Francia continúe siendo un blanco importante para el terrorismo, a diferencia de Reino Unido o Estados Unidos, países que, aunque no están exentos de amenazas e igual han sido víctimas de actos terroristas, su ubicación geográfica fuera de territorio continental europeo les coloca en mejor posición que Francia.

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