Cumbre Celac-UE, reinvención de la historia latinoamericana

¿Una reinvención podría equipararse a voltear al revés una cosa? Si no es este exactamente el concepto que…

¿Una reinvención podría equipararse a voltear al revés una cosa?

Si no es este exactamente el concepto que se pone de manifiesto en la pasada primera Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) y la Unión Europea (UE), efectuada en Chile recientemente, no deja de ser algo muy parecido.

Con solo ver a Raúl Castro recibiendo la dirección del Celac de manos de un presidente de derecha como Sebastián Piñeira podemos intuir que grandes procesos se fraguan a nivel social y político en América Latina. Que esto suceda dentro de las fronteras de un Estado en el que se alternan partidos políticos de ideologías diversas a partir de un proceso electoral, es algo normal, sin embargo, cuando se produce a nivel de un organismo multilateral de la naturaleza “progresista” del Celac, es un reflejo, primero, de que existe real consenso a nivel de las elites latinoamericanas de la necesidad de proyectar conjuntamente los intereses comunes a la región por encima de las asimetrías ideológicas; segundo, que la influencia de los Estados Unidos sobre algunos países de los que componen este organismo no ha sido suficiente como para evitarlo y tercero, que en una actitud de indiferencia hacia la región y hacia lo que en ella ocurre, ese país no hizo nada –de lo que acostumbra a hacer- para evitar que Cuba asumiera la presidencia pro tempore del organismo aduciendo algún argumento parecido al que la mantiene fuera de la OEA.

Las tres cosas, en términos pragmáticos, son beneficiosas para el proceso de integración, que aunque tardío, intentan llevar a cabo estos pueblos.
Asumir la presidencia del Celac en este tramo de su historia debe significar un gran reto para Cuba. No es momento de exacerbar sentimientos revolucionarios o ideológicos a nivel subcontinental –y de seguro tanto Fidel como Raúl Castro lo entienden así- sino que más bien, es tiempo de generar un ambiente de tranquilidad que fortalezca la organización y el liderazgo más allá del continente de ese organismo en ciernes y, al mismo tiempo, lograr, con visión progresista y avanzando en la realización de algunos cambios elementales a nivel interno, que para los Estados Unidos, frente a la cosmovisión latinoamericana y hasta mundial, resulte costoso, injusto y éticamente inviable mantener el embargo sobre la isla que data de 1962.

Por otro lado, tiene Cuba la oportunidad de, representando a los 32 restantes países latinoamericanos, fortalecer las relaciones, no solo con la Unión Europea, sino también con Rusia y China, quienes es justo decir, lideran la otra cara de la moneda en términos geoestratégicos, económicos y políticos a nivel mundial y que coquetean – China trabaja para desplazar a la UE como principal inversor en Sudamérica- insistentemente con una América Latina que aun no logra del todo escapar de la sombra de los vecinos del norte.

Otro elemento importante que se deduce de la celebración de esta cumbre es que el proceso de integración latinoamericano –aunque se critique al Celac con razón o sin ella- está dando sus frutos. Es la primera vez en la historia que América Latina se presenta en un solo bloque a un evento de esta magnitud. Y lo hace con amplias reservas y potencialidades que, aunque persisten las desigualdades sociales e inequidades heredadas por siglos, son sumamente atractivas a los ojos de cualquier potencia contemporánea. Potencialidades en recursos naturales y en mano de obra pujante; con un 4.5% de crecimiento sostenido del PIB regional en el periodo 2010-2012 y con más de 50 millones de personas rescatadas de las manos de la pobreza.  La UE destina 613,000 millones de dólares de inversión extranjera directa en la región, un 43% de la inversión extranjera total y Latinoamérica invierte en Europa unos 178,000 millones de dólares al año.

La región también ha crecido mucho en términos de auto comprensión del potencial que posee y del papel que a nivel internacional puede jugar. Por eso, aquellos acuerdos bilaterales de libre comercio propuestos  por la UE en 1999 en Brasil como contrapeso a la también fracasada iniciativa norteamericana del ALCA, no han dado el resultado esperado ya que  países como Ecuador y Bolivia, reflexionando sobre los costos ocultos que traía consigo la liberalización comercial, decidieron establecer unos niveles más estrictos en las negociaciones, dando como resultado que, en el marco del CAN, por ejemplo, la UE tuviese que negociar acuerdos parciales con Perú y Colombia, excluyendo a los dos primeros países, lo que, contrario a lo que pudiera pensarse, crea el ambiente necesario para que, en negociaciones futuras y mirándose a la cara como bloque en igualdad de condiciones, no se les quiera cambiar a América espejitos por oro.
La UE no es hoy lo que era para el 2008 antes de la crisis financiera de la que aun no salen. Según la Eurostat (oficina de estadísticas de la UE) unos 120 millones de personas están en riesgo de pobreza, o sea, un 24.2% de la población total del grupo de los veintisiete. Solo en España, por poner un ejemplo, para el 2022, dieciocho millones serían pobres y excluidos sociales, esto representa casi un 40% de su población total y, por otro lado, su clase media, de salir del atolladero actual, le tomaría dos décadas recuperar los niveles de bienestar anteriores al 2008.

América Latina, con su crecimiento sostenido aun en momentos de crisis, es el caramelo que todos quieren asegurar y justo es entender que se fragua para América Latina una reinvención importante en su historia y un futuro prominente para sus pueblos, entre los cuales, fomentar la interdependencia se convertirá en la garantía con la que ha de lograrse mayor independencia.
 Nuestro Norte debe continuar siendo el Sur.

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